El campo de la ingeniería está globalmente dominado por una mayoría masculina. En 2022, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) encontró que sólo tres de cada 10 profesionistas en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) son mujeres, por lo que el camino para disminuir la brecha de género, tanto en México como en América Latina, aún es largo.
Y es que, a pesar de sus grandes aportaciones, los retos laborales para las mujeres se viven tanto en el sector plásticos, como en el área de tecnología financiera, y otras ingenierías.
“Existe una enorme oportunidad de construir redes de apoyo entre personas que ya se encuentran en posiciones de liderazgo en la industria, y crear espacios para identificar y abrirles puertas a otras mujeres que hoy en día cuentan con las habilidades para tomar puestos directivos”, asevera Andrea González Arteaga, mexicana y gerente de Ingeniería en Bitso.
Sus compañeras de trabajo, Paula Hurtado, colombiana y gerente de Producto; Ludmily Silva, brasileña e ingeniera de Software; y Lorena Yacachury, argentina y gerente de Ingeniería, también comparten sus experiencias, lo que nos da una perspectiva clara de la situación pasada y actual en LATAM.
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Paula Hurtado emigró de Colombia a Brasil para poder continuar sus estudios de ingeniería y, a pesar de ser madre soltera, “jamás me abandonó la convicción de que el único camino para mí era tener éxito”, señala la ejecutiva.
El testimonio de Ludmily Silva también es motivador. Cuando la ingeniera de Software empezó a estudiar existía el estigma de que la ingeniería era una rama exclusiva para hombres, y una idea común “el que sólo ellos podían programar”.
La historia de Lorena Yacachury rompe con el paradigma. Fue su padre quien la inspiró a estudiar ingeniería. Esto acontece en Argentina, uno de los siete países de América Latina donde, según el último reporte de ONU Mujeres, se ha alcanzado la paridad en las carreras STEM.
Stephanie Kwolek, una ingeniera legendaria
Mientras colaboró con DuPont, la ingeniera química Stephanie Kwolek, logró desarrollar una fibra de arámida que ha salvado miles de vidas durante más de 50 años: el Kevlar®.
Este compuesto de alta resistencia es utilizado, principalmente, en equipos de protección personal como chalecos antibalas y cascos balísticos, pero también en diversos campos de la industria, pues su resistencia y maleabilidad permiten emplearse en las telecomunicaciones, la construcción, la movilidad y hasta en el desarrollo de tecnología aeroespacial.
Kwolek nació el 31 de julio de 1923 en New Kensington, Pensilvania. Al concluir con sus estudios comenzó a trabajar en DuPont como química ingeniera polimérica y desarrolló gran parte de su carrera en el laboratorio de fibras textiles.
Su objetivo era inventar una fibra que fuera más resistente que el nylon. Sin embargo, después de distintos experimentos y pruebas logró formar en 1985 el poliparafenileno tereftalamida, un componente incluso más resistente que el acero y sobre todo más ligero. La compañía comenzó a comercializar el Kevlar® en 1972, material que tiene actualmente más de 200 aplicaciones.
Esta invención trajo consigo diversos reconocimientos a Stephanie Kwolek, entre ellos su ingreso al Salón Nacional de la Fama de Inventores en 1994.
