Contra la espada y la pared, se podría decir que vive ahora la Industria del Plástico ante corrientes conservacionistas cada vez más radicales como la propuesta de un estilo de vida Zero Waste. ¿Cuál va a ser el futuro del plástico?
En este tema lo que sobresale es lo político y sus evangelizadores del cambio, con mensajes fomentados por funcionarios que no miden el alcance de lo que predican y que nada saben de plásticos, pero, eso sí, que tienen en el puño a un público cautivo que adora todo el desperdicio mental, y sin reciclar, que les administra su estrecho punto de vista.
¿Usted, en serio, se imagina una vida sin plásticos? Vea a su alrededor. La ropa que viste, los electrodomésticos, su teléfono celular…, todo contiene plástico. No es como dicen los que pregonan que ya vivimos antes, allá por los siglos pasados, una vida sin plásticos. Eso es ridículo. Un auto tiene plásticos. No lo use. Monte su caballo. Si se enferma, no vaya al hospital, todo, desde las jeringas hasta los tapabocas tienen plásticos; llame mejor al curandero del pueblo.
No hay que complacer a quienes hacen todo lo posible por favorecer a un verdadero desastre ecológico fomentando el uso de alternativas al plástico que luego resultan peores, como las que hemos visto y analizado en números anteriores de esta revista. El papel, el cartón, el vidrio…, los enlatados; ¿con qué vamos a sustituir a los plásticos?
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Va a salir más caro el caldo que las albóndigas, con daños más serios al medio ambiente. Y, sin duda, hay cosas rescatables en los movimientos que están surgiendo, pero hay argumentos que no tienen sustento en la ciencia, a menos que lo que defienden sean comportamientos inadecuados y actitudes que desde hace mucho hubieran detenido la situación crítica a la que nos han llevado los desechos y que hubieran funcionado con campañas efectivas para proteger el ambiente, como separar la basura, prohibir tirar basura en la calle, castigar a quien ensucie con tiraderos el medio ambiente. Pero la impunidad…

En el libro Plastic: The Making of a Synthetic Century, de Stephen Fenichell, se echa un vistazo fresco e irreverente a la sustancia que a todos nos encanta y que a veces en algunas capillas que se dan por santos, dan permiso de odiar. Es una apología del plástico.
El libro se mueve desde el asombro temprano ante inventos como la película de celuloide y la ropa impermeable; a los disturbios por medias de nylon después de la Segunda Guerra Mundial; a la proliferación revolucionaria, pero práctica, del Tupperware en los años 50.
La amplia evaluación de Fenichell de las revoluciones sociales y económicas provocadas por el plástico se extiende de lo sublime a lo absurdo, de lo bello a lo mundano, demostrando cómo los científicos, artistas, políticos y el público comprador han moldeado, y también han sido moldeados por, el plástico. Somos una sociedad rodeada por una cultura donde predomina el plástico.
Qué defiende el “Zero Waste”
Vamos a revisar a conciencia lo que se quiere borrar del mapa. Va a costar más arrepentirnos. En fin, todo esto para destacar el bullicio que se ha generado alrededor del concepto Zero Waste o ’Residuo Cero’ a nivel internacional y que postula la regla de las cinco erres: rechazar, reutilizar, reducir, reciclar y ‘rot’ (compostar).
El concepto engloba las actuaciones encaminadas a la reducción y reutilización de objetos y productos presentes en nuestra vida cotidiana para evitar que acaben impactando negativamente en la naturaleza. Si seguimos los postulados de la Alianza Internacional Zero Waste (ZWIA), se trata de lograr “la conservación de todos los recursos mediante la producción, el consumo, la reutilización y la recuperación responsable de todos los productos, embalajes y materiales, sin quemarlos y sin vertidos al suelo, al agua o al aire para que no amenacen el medioambiente o la salud humana”.
Para la ZWIA, con ese objetivo se pretende emplazar a productores y fabricantes cuando deciden si seguir o no estos principios, y responsabilizar a cada consumidor respecto de los compromisos favorables a esa causa. “El cambio de hábitos y prioridades emplaza a toda la sociedad, y las instituciones y gobiernos juegan un papel clave al aplicar normativas aliadas del residuo cero, además de incentivos fiscales y apoyos a las actividades menos contaminantes”.
Es más, “…el concepto de desperdicio cero va más allá del reciclaje y el compostaje al final del ciclo de vida de un producto. Abarca todo ese ciclo, desde el diseño del producto que incluye el uso y manejo de los materiales de manera que preserven el valor, minimicen los impactos ambientales y conserven los recursos naturales”.
¿Qué empuja a todo este movimiento? Naciones Unidas señala que cada año generamos cerca de 11,200 millones de toneladas de residuos en el mundo, y que, ante ello, la necesidad de actuar urgentemente es innegable. Este volumen tan elevado de residuos provoca que su gestión cada vez sea más compleja y que gran parte de ellos tengan un impacto negativo en la naturaleza: desde la contaminación del agua y el suelo hasta la emisión de gases contaminantes derivados de la desintegración de la basura, que suponen un 5% en las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, uno de los principales causantes del calentamiento global.
Y si uno se va más lejos: se sabe ahora que los humanos han producido alrededor de 8,300 millones de toneladas de plástico desde la década de 1950 y ya se anticipa que esa cifra aumente a alrededor de 34,000 millones de toneladas en 2050. Se estima que la producción de plástico crezca 40% en la próxima década, con compañías de combustibles fósiles invirtiendo miles de millones de dólares en nuevas industrias de fabricación de plástico en Estados Unidos.

¿Ya no usar y tirar?
El problema es que, a pesar de estas iniciativas, los residuos aumentan a un ritmo preocupante. Según el Banco Mundial, solo las ciudades generaron 2,010 millones de toneladas de residuos sólidos en 2016 (0,74 kilos por persona y día). Si no se promueve con éxito una política global de residuo cero, esa cifra alcanzaría los 3,400 millones de toneladas en 2050.
Y ya hay un culpable a la vista: “Esta situación es una consecuencia de la cultura actual de ‘usar y tirar’ que impera en nuestra sociedad desde hace décadas. El ser humano es el principal responsable de la degradación ambiental, pero en su mano también está el actuar para mitigar y revertir esta situación”.
Y es que con pequeños gestos podemos minimizar la cantidad de basura que generamos en nuestro día a día. Pero el fracaso de cómo se comporta la sociedad debe atribuirse al gobierno, que no ha sabido orientar y educar a la población para que actúe en contra de esa tendencia.
Ante ello, muchas industrias buscan eliminar los plásticos de un solo uso, usar más plástico reciclado en sus empaques y trabajar en un reciclaje más efectivo. Las empresas que usan plásticos claramente tienen un papel fundamental que desempeñar para cambiar esta dinámica insostenible. La industria de bienes de consumo es particularmente consciente de que los clientes ya están rechazando los productos de las empresas que no evitan el uso de plástico desechable.
La presión no proviene solo de los consumidores. Bloomberg informó en junio que un grupo de 25 inversores que administra más de 1 billón de dólares en activos exigió que Nestlé, PepsiCo, Procter & Gamble y Unilever redujeran su uso de empaques plásticos. En la solicitud, respaldada por la organización sin fines de lucro As You Sow, se pidió a las empresas que divulgaran el uso anual de empaques de plástico, establecieran objetivos de reducción y facilitaran el reciclaje y la transición a empaques reciclables, reutilizables o compostables tanto como fuera posible.
¿Qué es ‘Zero Waste’ o ‘Residuo Cero’?
‘Residuo Cero’ es la traducción al español del conocido movimiento internacional ‘Zero Waste’, cuyo precursor fue Paul Palmer, quien en 2005 publicó su libro ‘Getting to Zero Waste’. Este concepto engloba las actuaciones encaminadas a la reducción y reutilización de objetos y productos presentes en nuestra vida cotidiana para evitar que acaben impactando negativamente en la naturaleza. En promedio cada persona genera 740 gramos de desechos al día, según datos del Banco Mundial. Por persona, esto supone más de 5 kilogramos semanales, y unos 270 kilogramos al año.
El informe What a Waste 2.0 revela que a pesar de que los países de más altos ingresos acogen solo un 16% de la población del planeta, generan aproximadamente el 34% de los desechos mundiales. Por este motivo, el movimiento ‘residuo cero’ o ‘Zero Waste’, que aboga por que las personas tomen un papel activo en la reducción de los desechos que producen, es relevante porque puede dar algunas claves prácticas para un consumo sostenible y una generación de desechos más razonable, en un momento en el que la humanidad tiene que replantearse sus hábitos ante la situación de emergencia climática en la que se encuentra.
Hoy por hoy ya hay un creciente número de personas (comúnmente mujeres millenial), según National Geographic, que forman parte del movimiento llamado “Basura cero”. Su producción de basura anual puede llegar a ser tan pequeña que podría caber en un tarro de 227 gramos. No son imitadores de hippies, sino personas que adoptan un estilo de vida minimalista. Argumentan que ahorran tiempo y dinero, y que mejoran su vida.