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Un ícono del plástico: La increíble historia del patito de goma

El patito de goma, en todas sus versiones, sufrió, sufre y sufrirá infinidad de transformaciones. De hecho, no sólo vive en nuestros recuerdos, sino que vivió en los de nuestros padres y abuelos, y vivirá en los de nuestros hijos y nietos. No cabe duda que un día de estos viajará a la luna.

El patito es tan viejo como el hule, la goma o el plástico. Y hay registros de su presencia desde finales del siglo XIX y hasta el día de hoy. De hecho, el mundo está colmado de patitos. En 1992, durante una tormenta en las Islas Aleutianas, alrededor de 29,000 patitos de goma, de la compañía china First Years Inc., cayeron de un contenedor al Océano Pacífico. Varias décadas después, los patitos seguían arribando a distintas playas del globo.

Curtis Ebbesmeyer, un investigador oceanográfico, logró trazar minuciosamente los trayectos de los patitos y pudo determinar el punto exacto en el que había caído su contenedor y establecer que un objeto tarda tres años en completar un giro oceánico en estas corrientes.

Por su lado, Donovan Hohn, un periodista, publicó sobre este mismo tema el libro «Moby Duck«, la historia de los patitos desamparados en donde reflexiona sobre los patitos, flotando a la deriva.

Se dice que, inspirado por ese tropel de patitos, el holandés Florentijn Hofman, que recientemente participó en una exposición en México, armó un patito de 26 metros de altura. Como antecedente, Hofman había elaborado con 40,000 bolsas de plástico dos grandes babosas subiendo unas largas escaleras en Angers, Francia, y creó en Japón una rana de 10 metros en lo alto de un museo de Kobe.

Como todos recuerdan, el patito de hule más grande del mundo entró majestuosamente en la Bahía de Hong Kong, no muy lejos de donde los patitos de juguete habían iniciado su periplo.

La historia del patito

El origen de los patitos de goma está bien definido, sin embargo, no falta quien reclama que el primer patito de goma fue una réplica del Pato Donald, un personaje de Walt Disney que, en la década de 1930, cobró fama gracias a los fabricados con la goma de los hermanos Seiberling.

Cabe recordar en este punto que Charles Nelson Goodyear descubrió el proceso de vulcanización del caucho en 1839, mientras intentaba reblandecerlo. Por casualidad cayeron en su mezcla unos desechos de caucho sobre unos cristales de azufre. El combinado fue a parar a la placa de una estufa encendida, y ¡hela ahí!, apareció la goma.

Cuando Goodyear examinó los desechos, pudo comprobar que el caucho había perdido su adherencia y, a la vez, su fluidez. La materia plástica y tenaz se había convertido en material sólido, y el caucho se había vuelto una goma dura. ¡Adiós a la pegajosidad! Este proceso se conoció como vulcanización.

Por desgracia, Goodyear murió en 1860, pero sus hallazgos inspiraron a los hermanos Seiberling que, 38 años después de su muerte, llamaron en su honor a la compañía que fundaron en Akron, Ohio: “Goodyear Tire & Rubber Company”. Ese nombre perdura en sus productos en cada rincón de la Tierra e incluso más allá; la goma llegó a la Luna con los primeros astronautas que la pisaron.

¡A nadar, patitos!

A finales del siglo XIX, aparecieron en las tiendas de recuerdos los primeros adornos de goma. La historia de los patitos se remonta a esa época, cuando su piel, por cierto, era tan dura que servían más para mascar que para jugar con ellos en el agua. La mayoría eran juguetes de una versión dura y sólida del material y, por lo tanto, no flotaban. La Oficina de Patentes de los Estados Unidos dieron una pista de cómo surgió el patito de goma tradicional.

En 1886, se solicitó una patente para un pato de goma que no era un juguete, sino que se describió como un «pato señuelo de goma«, para prácticas de caza. Fue inventado por George H. Nye, y el pato era de goma hueca y madera, y algo “mucho mejor que los patos de madera de antes”.

En esos años se aprobó una patente para un juguete de goma, esta vez de una figura humana, de goma hueca, que producía un «chirrido» o un «tono de pájaro«, diseñado para hacer ruido, como resultado de la «compresión y la reexpansión de dicho artículo elástico hueco«.

Antes de 1928, aparecieron más desarrollos, sobre todo cuando se aprobó una patente para un pato de juguete, un juguete «llorón«, lo que significa que contenía un contrapeso para que, cuando se volcara, regresara de inmediato a una posición vertical.

Además, en ese comienzo de siglo, el desarrollo del caucho sintético de goma estaba en pleno auge (hoy los patitos se hacen con diferentes familias de plásticos, y los menos con goma). En 1933 y 1937, respectivamente, se produjeron dos «juguetes acuáticos» con forma de patitos. El primero conectado a la boquilla del grifo, que rociaba agua con los agujeros en su espalda, como un aspersor. Cuatro años después, se desarrolló el segundo, un patito con una hélice.

El patito en la cultura

Luego de la Segunda Guerra Mundial, Peter Ganine, un escultor ruso-estadounidense, famoso por sus juegos de ajedrez, elaboró un patito de goma blanda capaz de flotar, y presentó una patente. No sólo eso, expuso en el Metropolitan Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York una escultura gigante de un pato titulada: “Uncapsizeable duck”; un éxito rotundo.

Por supuesto, la industria recreó a escala la escultura de Ganine. Los comerciantes decidieron añadir en la parte inferior del pato un hoyito, el cual le permitía a la figura flotar en el agua y al mismo tiempo emitir el sonido característico que encanta desde entonces a chicos y grandes.

Este diseño tan simple se tornó tan popular que se vendieron alrededor de 50 millones de unidades. El pato Ganine tenía un pico sonriente y ojos de mirada perezosa. Pronto, al año siguiente, apareció otro competidor, la patente de Allen & Shaw, que tenía un pico pequeño, pero ojos saltones y grandes.

El patito de goma más reconocible de la actualidad es un híbrido de estos dos diseños históricos.
Posteriormente, en los años 60 y 70, el patito se fue colando en la cultura popular a través de Plaza Sésamo, un programa para niños, con “Duckie” el ‘patito de hule’ de Enrique (Ernie) quien lo mostraba al aire mientras se bañaba.

Desde entonces, en las tinas de todos los niños hay un pato de hule. Inclusive, se supo que la Reina Isabel II tenía uno en su baño, el cual portaba una coronita inflable. El diario inglés The Sun, publicó que un trabajador que redecoraba su cuarto, mientras pintaba el baño, lo vio. Y ese chisme acrecentó un 80% las ventas de patos en el Reino Unido.

En años recientes, el pato amarillo se ha convertido ya, por méritos propios, en un auténtico icono de la cultura popular y su fama ha creado una fabulosa y variopinta familia de patos. Los coleccionistas se pelean por las piezas y hay verdaderos repuntes de precios por el valor que adquieren.

Los patitos de goma son coleccionados por un número creciente de entusiastas de varios países, como: los Países Bajos, Canadá, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Japón, Singapur y Nueva Zelanda. El récord Guinness de la colección de patos de goma más grande del mundo contabilizaba en 2003 la cantidad de 1,437 patos.

El patito de goma ha entrado con pleno derecho en el Salón de la Fama del Juguete y hasta le han dedicado un día en Estados Unidos: el 13 de enero. En México, muy recientemente, se presentó el patito en el Museo Mexicano del Diseño, o Mumedi, dedicado a la exhibición, experimentación, degustación y comercialización del diseño y la creatividad.

El espacio se caracteriza por sus exposiciones muy cercanas al pop y al gusto del gran público. El año pasado, a finales de octubre, mostró al público la exposición fotográfica del patito de goma B. Duck, misma que reúne 150 imágenes compartidas por la gente y la fotógrafa Cris García, en la que se retoma una idea que se ha realizado en distintas partes del mundo. Esta exposición consiste en retratar al juguete en “modo aventurero” y recorriendo distintos escenarios.

El Mumedi recopiló fotografías enviadas mediante una convocatoria pública y seleccionó 90 que le parecieran que retomara el espíritu turista del patito de hule y lo transformó en una exhibición junto con otros objetos relacionados con el clásico juguete. Esta expo tiene el objetivo de fomentar el ejercicio de la fotografía y del buen diseño, y con estas fotos dar un recorrido visual por el mundo, estimulando la creatividad, todo a través de B. Duck.

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