Dentro de una década, con casco o con diadema de plástico, o bien mediante una sencilla operación quirúrgica en el cerebro, nuestra adicción por la red se va a convertir en una entrega total. Tendremos en la cabeza algo así como un cerebro suplementario y siempre a la mano.
Gracias a ello podremos hablar en nuestro idioma, con nuestros matices, y ser comprendidos instantáneamente por colegas de otras culturas, de otras lenguas. También, en ese hipotético futuro, un algoritmo podrá autocompletar la imaginación, como ya hacen los programas informáticos de procesamiento de textos con las palabras.
Como antecedente se sabe de los intentos de Neuralink, con la propuesta atrevida del famoso multimillonario Elon Musk, sobre el desarrollo de interfaces cerebro-máquina de gran ancho de banda para conectar a humanos y computadoras en un laboratorio en California.
Dicha compañía de investigación médica está madurando con cerdos de laboratorio una tecnología llamada «encaje neural», de la que se saben apenas unos detalles, pero que, de acuerdo con The Wall Street Journal, permitirá a las personas comunicarse directamente con una computadora sin la necesidad de una interfaz física.
Te puede interesar: Premoniciones químicas: los sueños que cimentaron la química orgánica
La finalidad es dar una solución a los pacientes con problemas neurológicos. En un mundo donde la robótica adquiere cada vez más mayor relevancia, Musk considera que un cerebro humano potenciado tecnológicamente, quizá con electrodos implantados y con un enlace inalámbrico a las computadoras, nuestros pensamientos -o la información-, podrán fluir sin cortapisas.

La neurociencia tiene permiso
La neurociencia es una disciplina que busca dar cuerpo a ficciones propias de Hollywood en procedimientos tecnomédicos: como conectar el cerebro a dispositivos electrónicos solo con el pensamiento. De hecho, se asemejan a argumentos a los que nos han habituado películas como “Matrix” (1999), “Origen” (2010) o la miniserie de HBO “Years and Years” (2019), que reflejan los esfuerzos por lograr una integración entre tecnología y ser humano. En la órbita de la Inteligencia Artificial (IA), el reconocimiento de voz de Siri (Apple) o Alexa (Amazon) es un ejemplo.
Sin embargo, estas investigaciones están más avanzadas que eso y podrían acelerarse aún más. El pasado 28 de julio, la FDA (Food and Drug Administration) concedió un permiso a Synchron, del neurólogo australiano Thomas Oxley, para comenzar el ensayo de su chip cerebral en humanos. El funcionamiento de Stentrode, una neuroprótesis motora para pacientes con parálisis severa, es promisorio, ya que una vez implantado en el cerebro el chip recibe las señales eléctricas generadas por las neuronas y las envía a un receptor en el pecho para que puedan ser interpretadas por una terminal especial con la que se pueden controlar otros dispositivos externos. Así, el Stentrode transfiere los datos del cerebro a la corteza motora.
Los algoritmos de la imaginación
En el diario El País se publicó hace unos días algo aún más adelantado. Se trata de una entrevista con Dario Gil, director mundial del área de investigación de IBM, y el catedrático de la Universidad de Columbia, Rafael Yuste, con motivo de su participación en la reunión del Consejo de Seguridad Nacional en la Casa Blanca para prevenir e informar al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, sobre el futuro desarrollo de dispositivos como gorras o diademas, que podrán conectar el cerebro de los ciudadanos con internet.
Ambos, el experto en neurociencias y el ingeniero en cómputo anticipan que en un futuro no muy lejano (no más de 10 años), las personas podrían conectarse a internet no solo desde su celular, sino desde su propio cerebro. Los primeros dispositivos, en una versión rudimentaria, podrían estar disponibles para la venta en tiendas electrónicas alrededor de 2032. Es decir que las personas podrán comprar su diadema o su gorra con conexión cerebral a internet, y saber que ambas cosas van a ser capaces de leer el pensamiento.
Por cierto, los dos científicos entrevistados por El País aparecen en un documental del cineasta alemán Werner Herzog, sobre la tecnología y la ciencia artificial que se llama algo así como “El teatro del pensamiento”, que termina en Chile, nación que ya aprobó en su constitución la protección de la información cerebral.
Gente aumentada, o no
El neurocientífico Rafael Yuste asevera que «…Nos vamos a convertir en híbridos. Esto es una cosa que va a ocurrir sí o sí. No tengo ni la más mínima duda”. Lo que significa que la naturaleza humana va a cambiar porque «habrá gente que esté aumentada y gente que no, y eso cambiará a la especie humana».
El teléfono celular hoy sirve para realizar muchas actividades de la vida cotidiana como dar con una calle o hacer una transferencia de dinero, aunque eso sucede no por el celular, sino porque éste tiene una conexión a internet. Yuste insiste que habrá una interfaz cerebro-computadora. “La computación te va a ayudar a expandir tu conocimiento, tu memoria, tu capacidad de cálculo, de hablar diferentes idiomas, de entender procesos físicos”.
Claro, el cambio será gradual, «primero llegarán dispositivos y aplicaciones que nos permitan registrar y descifrar la actividad mental. Y eso será en 10 años». Las primeras aplicaciones permitirán escribir mentalmente o traducir de forma simultánea; y serán con gorras, cascos o diademas de plástico que faciliten introducir información en el cerebro.
«Si tú quieres acabar la frase en la que estás pensando, un algoritmo la completará”; Imagina que la completa no sólo con lo que quieres escribir, sino que también te dirá qué tienes que comprar en el supermercado, qué relaciones debes procurar y lo qué puedes decir.
Por su parte, el director de investigación de IBM subrayó los efectos positivos en la neurotecnología y la ayuda que procurará a personas con discapacidad o parálisis, pero no ignoró sus riesgos: “Uno se puede imaginar consecuencias muy negativas: en la libertad de expresión o en la libertad de conciencia, por ejemplo. Podemos imaginar interrogatorios en países sin ninguna protección de derechos, con la posibilidad de extraer conocimiento directamente de ti”, advirtió.
Autor: Mauro Barona