¿Puede haber un plástico con sabor a vainilla? Por increíble que parezca, sí.
Hace unas semanas apareció una nota sorprendente en los diarios: “Una bacteria que vuelve el plástico en un saborizante de vainilla”, se trata del Polietilén Tereftalato (PET), un plástico de uso común que está en la botella plástica. La nota subraya que el PET es robusto, ligero y económico, muy adecuado para embalajes y diversos artículos, y “está hecho de materiales no renovables como el petróleo y el gas natural”.
Como es un material difícil de reciclar, un equipo de la Universidad de Edimburgo le dio a probar una bacteria, la Escherichia Coli común, y logró así transformar muestras en un plástico con sabor a vainilla. En realidad, lo que se logra es convertir este plástico en saborizante de vainilla. Con esta solución el equipo descompuso a un nivel básico el ácido tereftálico derivado del PET en vainillina, un compuesto que se encuentra principalmente en los granos de vainilla, responsables, por cierto, de su característico aroma y sabor, que se aprovecha en infinidad de preparaciones culinarias.
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Con este paso en la biotecnología se gana terreno en metas del desarrollo de una economía circular, ya que así se logra reducir la contaminación por plástico y obtener subproductos aprovechables tras su reciclaje.
Joanna Sadler, autora principal del estudio, declaró que “…este es el primer ejemplo del uso de un sistema biológico para convertir los residuos plásticos en un valioso producto químico industrial”, con implicaciones que redundan en “la economía circular”, comentó.
La generación de vainillina a partir de plástico debería contribuir, por lo menos en parte, a resolver el problema global en torno a la contaminación y de paso, generar una nueva cadena de aprovechamiento del PET. Por lo pronto, ya se busca verificar si la vainillina que producen es realmente segura para el consumo humano.