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Normalización: el pasaporte invisible

Es un pasaporte invisible de los plásticos para ingresar sin peros al mercado. La normalización de productos equivale a tener un conjunto de reglas del juego que todos debemos seguir. Cuando adquirimos un juguete de plástico para un niño, nos cercioramos de que es seguro, duradero y de que no contiene materiales tóxicos. Aquí es donde entran en juego las normas. Estas reglas aseguran que el juguete cumplirá con ciertos estándares de calidad y seguridad, brindándote la tranquilidad de que es seguro para el niño.

Si pensamos en algo más cotidiano, como los envases de alimentos de plástico, las normas avalan que estos envases no reaccionen con los alimentos y no los contaminen. Esto es crucial para nuestra salud.

En el mundo del comercio, la normalización es un salvoconducto para los productos. Si un fabricante en México produce botellas de plástico que cumplen con normas internacionales, entonces podrán venderse, sin problemas, en otros países. Esto no solo es bueno para el negocio, sino también para los consumidores; visto de esa manera podemos acceder a una gama más amplia de productos.

Además, en un mundo cada vez más preocupado por el medio ambiente, las normas ayudan a asegurar que los productos de plástico sean más sostenibles. De entrada, pueden establecer cómo se debe reciclar un producto de plástico o cuánto material reciclado debe contener.


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La normalización también impulsa la innovación. Los fabricantes siempre ponen la vara más alto y están tratando de superar los estándares existentes, lo que lleva a crear productos más seguros y mejores. Un ejemplo, en la industria automotriz, las normas sobre partes de plástico suelen impulsar el desarrollo de materiales más ligeros y resistentes, lo que a su vez hace mejorar la eficiencia del combustible de los autos.

En el ámbito global, la normalización y certificación de productos de plástico es una tarea compleja y vital, manejada por varias organizaciones reconocidas. La Organización Internacional de Normalización, más conocida como ISO, juega un papel clave en este proceso. Esta entidad es famosa por establecer estándares internacionales que abarcan una amplia gama de productos, incluyendo los plásticos.

Normalización: el pasaporte imposible
Para que la normalización sea efectiva, los trabajadores deben estar bien informados y capacitados

Junto a ella, ASTM International, anteriormente conocida como American Society for Testing and Materials, también sobresale en la definición de estándares técnicos para materiales y productos, incluidos los plásticos. Además, la Sociedad Internacional de Plásticos, ahora conocida como la Asociación de la Industria del Plástico, representa a los fabricantes de plásticos y colabora en la normalización de ciertos aspectos de la industria.

En México, el panorama está igualmente estructurado, pero con ciertas particularidades. La Dirección General de Normas (DGN), que depende de la Secretaría de Economía, es la encargada de guiar el proceso de normalización en el país. Esta entidad coordina la creación y actualización de las normas mexicanas (NMX) y las normas oficiales mexicanas (NOM), que son esenciales para garantizar la calidad y seguridad de los productos de plástico.

El proceso de certificación

El proceso de certificación en México es un camino bien definido. Comienza con el desarrollo de normas, donde se establecen los requisitos que deben cumplir los productos de plástico. Estas normas son elaboradas por comités técnicos con expertos de diversos sectores. En seguida, los fabricantes o importadores de productos de plástico solicitan la certificación a entidades especializadas y acreditadas. Estas entidades evalúan el producto mediante pruebas de laboratorio y revisión de procesos de producción para asegurarse que cumpla con las normas establecidas. Si el producto pasa todas las pruebas, se le otorga un certificado de conformidad.

Pero el trabajo no termina ahí. La certificación no es para siempre; requiere una vigilancia constante y renovaciones periódicas para asegurar que los productos sigan cumpliendo con las normas establecidas. Este proceso continuo garantiza que los productos de plástico en el mercado mexicano mantengan los estándares de calidad y seguridad esperados, y en algunos casos, que también cumplan con criterios de sostenibilidad ambiental.

Normalización: el pasaporte imposible
Las empresas deben evaluar sus productos y procesos actuales para identificar oportunidades de rediseño que se alineen con la economía circular

En México, la industria del plástico está regulada por una serie de normas que garantizan la calidad, seguridad y sostenibilidad de los productos de plástico en diversas aplicaciones. Estas normas son establecidas por la Dirección General de Normas (DGN) y pueden clasificarse como Normas Oficiales Mexicanas (NOM) o Normas Mexicanas (NMX).

Estas normas cubren una amplia gama de productos y aplicaciones de plástico, desde envases y embalajes, hasta tuberías para sistemas de agua y drenaje. Cumplirlas es crucial para los fabricantes y distribuidores en México, ya que asegura la calidad y seguridad de los productos de plástico en el mercado.

Economía Circular, un nuevo paradigma legal

En un mundo cada vez más interconectado y consciente del impacto ambiental de las actividades humanas, México se une a la sostenibilidad con la implementación de la Ley General de Economía Circular (LGEC). Esta legislación no nada más pretende responder a las tendencias globales, sino que también marca un hito en la forma en que el país aborda el desarrollo económico, la innovación tecnológica y la protección del medio ambiente.

La LGEC surge como una iniciativa pionera en México, orientada a redefinir el ciclo de vida de los productos y servicios. Su objetivo es mantener el valor de los productos, materiales y recursos en la economía el mayor tiempo posible, reduciendo al mínimo la generación de residuos. Esta ley se alinea con un enfoque global que replantea los modelos de negocio tradicionales hacia prácticas más sostenibles y responsables socialmente.

Normalización: el pasaporte imposible

El corazón de la LGEC radica en promover la eficiencia en el uso de recursos a través de la reutilización, el reciclaje y el rediseño. Busca estimular el desarrollo económico sostenible, permitiendo que las actividades económicas se alineen con los principios de la economía circular. Además, la ley fomenta la valorización energética y se compromete con políticas de cero residuos.

La transición hacia una economía circular plantea interrogantes sobre la preparación de México para adaptarse a este nuevo paradigma. La LGEC no solo implica cambios legislativos, sino también un cambio cultural en el consumo y la producción. Requiere de una infraestructura de reciclaje y gestión de residuos eficiente, una mayor conciencia y educación ambiental, y una participación del sector privado.

Un aspecto notable de la LGEC es la inclusión de diversos actores en su implementación. Tanto el Gobierno Federal como los gobiernos estatales y municipales están llamados a promover la participación de personas físicas y morales en la economía circular. Las entidades federativas deben mantener un registro de entidades dedicadas al reciclaje y transformación de residuos, mientras que las personas físicas y morales involucradas en la producción y manejo de envases y empaques deben presentar un Plan de Economía Circular ante la SEMARNAT.

Los «Organismos Operadores», que incluyen una variedad de entidades públicas, privadas y mixtas, juegan un papel crucial en verificar el cumplimiento de la LGEC. Estos organismos están diseñados para evitar la destrucción de valor en las cadenas económicas, generar proyectos productivos, disminuir la huella ambiental y crear empleos.

Plan de Economía Circular

El Plan de Economía Circular es una herramienta administrativa que establece acciones y objetivos para cumplir con los principios de la ley. Este plan debe incluir una descripción de las actividades en materia de economía circular, identificar áreas de oportunidad y financiamiento, y establecer metas concretas.

La ley también contempla exenciones para micro y pequeños generadores de residuos, así como para aquellos con planes de manejo de residuos que incluyan indicadores de economía circular.

En términos de incentivos fiscales, la LGEC otorga facultades a la Federación para establecer instrumentos fiscales que promuevan la inclusión de mercancías en cadenas de valor y faciliten el reciclaje y la reutilización.

Normalización: el pasaporte imposible
El proceso de convertir residuos de vuelta en materiales utilizables puede ser técnicamente complejo y económicamente costoso

Las infracciones a la LGEC serán sancionadas por la SEMARNAT con multas, clausuras, arrestos administrativos, reparación de daño, servicio comunitario y posibles revocaciones de concesiones y licencias.

Finalmente, la ley establece un marco temporal para su implementación y la emisión del Reglamento correspondiente, marcando un hito en la legislación ambiental mexicana y su compromiso con el desarrollo sostenible.

Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, aún queda mucho camino por recorrer. La implementación efectiva de la legislación y las políticas de economía circular enfrenta desafíos, incluyendo la necesidad de mayor infraestructura de reciclaje, educación y concienciación pública, y la colaboración entre el sector público y privado.

¿Qué tanto saben las empresas sobre la LGEC?

En este contexto, Ambiente Plástico organizó una encuesta en México sobre la Ley General de Economía Circular (LGEC) que refleja la disparidad en la preparación y respuesta entre las empresas pequeñas y medianas (PyMEs) y las grandes corporaciones.

Mientras que las PyMEs luchan con un desconocimiento generalizado y una falta de apoyo para implementar la LGEC, las grandes empresas, especialmente las dueñas de marcas reconocidas están tomando un papel más activo y decisivo.

Las grandes corporaciones están emergiendo como fuerzas tractoras en la implementación de la LGEC, utilizando su influencia para motivar a sus proveedores a cumplir con la norma. Una práctica común es condicionar la compra de insumos al cumplimiento de los estándares establecidos por la LGEC, ejerciendo así una presión significativa sobre la cadena de suministro para adoptar prácticas de economía circular.

Además, muchas de estas grandes empresas cuentan con departamentos especializados en sustentabilidad y circularidad. Dichos departamentos están dedicados a desarrollar e implementar estrategias que atiendan las operaciones de la empresa con los principios de la economía circular. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, enfrentan desafíos significativos, sobre todo los relacionados con los costos asociados con la reintegración de residuos en los productos originales.

El proceso de convertir residuos de vuelta en materiales utilizables para la producción puede ser técnicamente complejo y económicamente costoso, lo que a veces hace que estas iniciativas estén poco aterrizadas y sean difíciles de implementar a gran escala.

Esta situación contrasta de manera destacada con la de las PyMEs, que no nada más carecen de los recursos y el conocimiento para adaptarse a la LGEC, sino que también enfrentan la presión adicional de sus clientes corporativos más grandes. Este contraste pone de manifiesto la necesidad de un enfoque más equilibrado y de apoyo por parte del gobierno y de las instituciones, que pueda nivelar el campo de juego para todas las empresas, independientemente de su tamaño.

Normalización: el pasaporte imposible

Dada la situación actual, cabe sugerir a las empresas, sobre todo a las PyMEs, que participen en asociaciones empresariales de manera más decidida, como la ANIPAC y CIPRES de ANIQ. Estas organizaciones desempeñan un papel dispuesto y multifacético, actuando no solo como facilitadores, educadores, defensores y colaboradores para asegurar que todas las empresas, más allá de su tamaño puedan navegar por la LGEC, sino que también pueden fortalecer la voz colectiva de las empresas en el diálogo con el gobierno y otros actores clave. La participación en asociaciones es un paso estratégico hacia la adaptación exitosa a un modelo de negocio más sostenible y responsable, alineado con los principios de la economía circular en México.

México en el Escenario Global

En el contexto global actual, la normalización de productos se ha convertido en un tema crucial para los países que buscan mejorar la calidad, seguridad y sostenibilidad de sus industrias. México, en su camino hacia la integración en los mercados internacionales, ha hecho esfuerzos significativos en este ámbito, pero aún enfrenta desafíos únicos.

Al comparar México con otros países en materia de normalización, se observa un panorama mixto. Por un lado, México ha logrado avances notables en sectores como electrónica, automotriz y agroindustria, donde las normas de calidad y seguridad se alinean en gran medida con los estándares internacionales.

Esto se debe en parte a los acuerdos comerciales como el T-MEC, que han impulsado la adopción de normas internacionales y la armonización de regulaciones. Sin embargo, en comparación con países líderes en normalización, como los miembros de la Unión Europea, Estados Unidos y algunas naciones asiáticas, México todavía tiene un camino largo por recorrer. Estos países, además de que han establecido sistemas de normalización más robustos y ampliamente adoptados, han integrado también de manera más efectiva la normalización en sus cadenas de valor industriales y comerciales.

La implementación de normas uniformes en toda la Industria del Plástico requiere un infraestructura de gestión sofisticada y eficiente

Uno de los principales desafíos que enfrenta México en la normalización de productos es la integración y adopción uniforme de estas normas en todo el tejido empresarial, especialmente entre las PyMEs. A menudo, las pequeñas y medianas empresas encuentran dificultades para adaptarse a normas rigurosas debido a limitaciones de recursos y falta de conocimiento técnico.

Otro desafío es la actualización y mantenimiento de las normas en consonancia con los avances tecnológicos y las tendencias del mercado global. La rápida evolución de la tecnología y los cambiantes requisitos del mercado exigen una actualización constante de las normas, lo que puede ser un proceso complejo y costoso.

Además, existe la necesidad de una mayor colaboración y alineación entre el sector público y privado en el desarrollo y aplicación de normas. La participación de la industria en el proceso de normalización es crucial para garantizar que las normas sean prácticas, aplicables y beneficiosas para el sector. Superar estos desafíos mejorará, sin duda, la competitividad de México en los mercados internacionales, y asegurará, a la vez, productos de mayor calidad y seguridad para sus consumidores.

Falsas sensaciones

La economía circular, particularmente en la industria del plástico, es vista como una solución sostenible para los desafíos ambientales, pero existen argumentos científicos que cuestionan su eficacia generalizada. Uno de los principales problemas es la eficiencia del reciclaje. No todos los productos de plástico son fácilmente reciclables debido a su composición o estructura, lo que limita la viabilidad del reciclaje como solución universal.

Además, la calidad de los plásticos puede disminuir con cada ciclo de reciclaje, un fenómeno conocido como «downcycling«. Por ejemplo, una botella de plástico reciclada puede no ser lo suficientemente fuerte para su propósito original y terminar siendo utilizada para un producto de menor calidad.

Normalización: el pasaporte imposible

Otro aspecto que hay que considerar es la huella de carbono del proceso de reciclaje. A veces, reciclar ciertos plásticos puede consumir más energía que producir nuevos, como en el caso de algunos plásticos especializados utilizados en la industria automotriz. Los plásticos biodegradables, aunque son una alternativa popular, pueden no descomponerse completamente en ciertos entornos, lo que lleva a problemas de contaminación similares a los plásticos convencionales.

Además, la promoción del reciclaje y la reutilización podría desincentivar la reducción del consumo de plásticos, creando una falsa sensación de consumo responsable. Esto podría llevar a un aumento en la producción y uso de plásticos, en lugar de fomentar su reducción. La gestión de residuos en la economía circular también presenta desafíos, sobre todo en países en desarrollo donde la infraestructura para la segregación y el procesamiento de residuos es insuficiente.

Además, en algunos casos, como en aplicaciones médicas y técnicas, no hay sustitutos viables para ciertos tipos de plásticos, limitando la capacidad de reemplazarlos completamente con alternativas más sostenibles.

La normalización, que implica establecer estándares uniformes para la producción, el reciclaje y la reutilización de plásticos, es esencial para garantizar la calidad y la seguridad de los productos reciclados. Sin embargo, este proceso conlleva sus propios desafíos y demanda recursos considerables.

Por un lado, la normalización necesita una inversión significativa en investigación y desarrollo. Por ejemplo, para crear plásticos que sean tanto reciclables como funcionales para productos como envases de alimentos, juguetes o componentes automotrices, es necesario desarrollar nuevas formulaciones y procesos de fabricación. Esto implica, además, de una fuerte inversión económica y conocimientos técnicos especializados.

Asimismo, la implementación de normas uniformes en toda la industria del plástico requiere de una infraestructura de gestión de residuos sofisticada y eficiente. Esto incluye sistemas para la recolección, clasificación y procesamiento de residuos plásticos que, a menudo, son costosos y técnicamente complejos de establecer, sobre todo en países en desarrollo.

Otro aspecto importante es la educación y la capacitación. Para que la normalización sea efectiva, los trabajadores de la industria del plástico deben estar bien informados y capacitados en las nuevas normas y procesos. Esto depende de programas de formación y actualización constantes, lo que representa un gasto adicional para las empresas.

La normalización, que implica establecer estándares uniformes para la producción, el reciclaje y la reutilización de plásticos, es esencial para garantizar la calidad y la seguridad de los productos reciclados. Sin embargo, este proceso conlleva sus propios desafíos y demanda recursos considerables.

Por un lado, la normalización precisa de una inversión significativa en investigación y desarrollo. Por ejemplo, para crear plásticos que sean a la vez reciclables y/o funcionales para productos como envases de alimentos, juguetes o componentes automotrices, es necesario desarrollar nuevas formulaciones y procesos de fabricación. Esto implica no solo una inversión económica, sino también la necesidad de conocimientos técnicos especializados.

Además, la implementación de normas uniformes en toda la industria del plástico requiere una infraestructura de gestión de residuos sofisticada y eficiente. Esto incluye sistemas para la recolección, clasificación y procesamiento de residuos plásticos, que con frecuencia son costosos y técnicamente complejos de establecer, especialmente en países en desarrollo.

Otro aspecto importante es la educación y la capacitación. Para que la normalización sea efectiva, los trabajadores de la industria del plástico deben estar bien informados y capacitados en las nuevas normas y procesos. Esto requiere programas de formación y actualización constantes, lo que representa un gasto adicional para las empresas.

Para adaptarse a los avances tecnológicos y a los cambios en las demandas del mercado, la normalización en la economía circular debe ser dinámica, lo que significa que los estándares deben revisarse y actualizarse periódicamente; eso requiere un compromiso continuo y una inversión considerable en términos de recursos, dinero, tiempo y experiencia.

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