La plática entre quienes vivimos en carne propia la situación de la construcción en estos tiempos se repite día con día. Que los mercados están detenidos, que no se augura nada bueno, que si la esperanza del cambio de gobierno es mejor, que si el 2019 pudiera ser el año… o cuando menos mejor que el 2018.
Bien sabemos que los indicadores de la construcción van íntimamente ligados a la economía del país. Son los primeros que caen y los últimos en levantarse, y lo que se reporta avala la situación.
En mi humilde opinión, pasamos por un periodo que lleva algunos, por no decir muchos meses, estancado o con un avance sumamente moderado.
En su momento fue la incertidumbre de las elecciones, el resultado de las negociaciones del TLCAN y la paridad cambiaria, quienes eran culpables de estos embates. No pasó nada, no hubo revuelta social y hasta el dólar se estabilizó.
Pero llegó la calma, “la calma chicha”, la espera… la que desespera… Inversiones, permisos, convenios y proyectos que no terminan de detonar o ni siquiera arrancan. Los inversionistas a los que no les urge empezar nuevos proyectos, van con pies de plomo. Dicen ellos: “mejor esperar a ver como se acomodan las calabazas”. La situación se complica con el periodo tan largo entre el nombramiento como presidente electo y la toma de funciones como tal.
Con la convicción del gobierno entrante de hacer las cosas mejor, y espero sea real, muchos permisos y licencias avanzarán a paso lento. Otra piedra en el camino. ¿Quién se atreve hoy a realizar una proyección certera en un tiempo de tantos cambios?
Es un hecho el movimiento en el sector de la construcción. Basta echar un vistazo cuando se circula por el segundo piso del periférico para ver más de una veintena de plumas. Sin embargo, no hay un aspecto boyante como todos los actores de esta obra deseamos.
Si a esto le aumentamos la consigna social, que en algunos casos sin conocimiento, exige la eliminación de plásticos, porque eso está de moda o genera “likes” nos deja a quienes trabajamos en los plásticos y la construcción, en sistemas constructivos ligeros, en nuevos desarrollos, y en otros, con un terreno que se vuelve cuesta arriba, agreste y difícil.
Recordemos que sin plástico la vida que hoy tenemos no sería la misma, y que la opción sustentable, ecológica o verde depende en gran medida de nuestra cultura y educación. Reciclemos, reusemos, reduzcamos. Busquemos nuevos nichos, nuevos usos, mejores aplicaciones.
Pese a todo y en similitud a Florentino Ariza, protagonista de la novela de García Márquez: El amor en los tiempos del cólera, juramos amor eterno a la construcción, a los plásticos y sabemos del “horror de la vida real”.
Pero no todo el panorama es pesimista. El índice de confianza del constructor mostró en meses pasados un valor histórico alentador. El 50% cree que las cosas mejorarán con el actual presidente, el 46% considera que permanecerán de la misma manera y el 4% restante afirma categóricamente que los hechos en el país empeorarán.