Los ganadores del Nobel de Medicina 2023, Katalin Karikó y Drew Weissman, fueron los pioneros en desarrollar la ARNm, que ha permitido la creación de las vacunas Pfizer/BioNTech y Moderna contra el covid-19.
Sus investigaciones tienen consecuencias muy importantes para el futuro de la medicina y la salud humana. Se podría extender el uso del ARN mensajero como una herramienta para crear vacunas y terapias de precisión contra diversas enfermedades, como el cáncer, las enfermedades genéticas o las infecciones virales.
El pasado 11 de septiembre se aprobó el uso de las vacunas actualizadas de Moderna y Pfizer/BioNTech, que utilizan la técnica de ARN mensajero, para combatir variantes como la ómicron XBB.1.5.
Estas vacunas tienen una eficacia muy alta y una capacidad de adaptación a las nuevas variantes del virus. Además, el ARN mensajero tiene un gran potencial para tratar otras enfermedades que hasta ahora no tienen cura, como el cáncer o las afectaciones raras a la salud, mediante la modificación de la expresión de ciertas proteínas en las células.
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“Gracias a sus revolucionarios descubrimientos, que han cambiado radicalmente nuestra comprensión del modo en que el ARNm interactúa con nuestro sistema inmunitario, los galardonados contribuyeron al ritmo sin precedentes de desarrollo de vacunas durante una de las mayores amenazas para la salud humana de los tiempos modernos”, aseveró la Academia Sueca al anunciar a los ganadores del Nobel de Medicina.
De modo indirecto, los plásticos se han sumado y acompañan con material médico, como jeringas, cubrebocas y demás a esta revolución en el ámbito de la salud.
La estrategia ingeniosa
Las claves para la creación de las vacunas ARNm se remontan a 2005. En ese año, los ganadores del Nobel investigaron la interacción de los distintos tipos de ARN con el sistema inmunológico; descubrieron que al introducir modificaciones en la estructura base del ARNm, era posible eliminar por completo la respuesta inflamatoria provocada por estas vacunas.
La novedosa tecnología despertó un creciente interés, y varias empresas comenzaron a trabajar en su desarrollo. Sin embargo, la necesidad nunca fue tan apremiante como cuando impactó de pronto la pandemia de covid-19; durante este tiempo, continuaron publicando investigaciones que demostraban el potencial de estas vacunas.
Finalmente, en 2020, en medio de la incertidumbre y la urgencia, pudieron quitarse el sudor de la frente cuando se diseñaron dos modelos de vacunas de ARNm que demostraron una efectividad del 95% contra el virus.
En diciembre de ese año, se introdujeron en la sociedad y se aplicaron las primeras vacunas. Desde ese momento, se han administrado más de 13 mil millones de dosis en todo el mundo, salvando millones de vidas en el proceso.
Inducir al sistema inmunitario
A estas alturas no es mucho lo que se puede añadir sobre esta tecnología o sobre su trascendencia. Lo que sí es que Karikó y Weissman sentaron las bases de nuestro conocimiento sobre la interacción entre el ARN mensajero y nuestro sistema inmunitario.
Y es que el ARN mensajero transfiere información genética dentro de nuestras células, sirviendo como plantilla para la creación de proteínas. En el caso de las vacunas, estas proteínas permitían “entrenar” a nuestro sistema inmune sin tener que exponerlo al virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad.
