Por el COVID-19, el mundo ya no va a ser como antes, ni el futuro como estaba previsto. Hoy mismo se llevan a cabo, de manera espontánea, experimentos antes impensables, por el costo humano que tendrían, como la viabilidad del home office, o el precio psicológico de estar encerrado varias semanas, o la catástrofe en todas las arenas de la economía.
¿Cómo nos levantaremos de esta crisis? ¿Pasará como ocurrió hace poco más de 100 años con la pandemia de la Influenza Española? ¿Nos sumiremos como en la Gran Depresión, en 1929? ¿Surgirán gobiernos populistas de mano dura para controlar la situación en sus respectivos países?
Muchos sucesos de gran calibre invitan a crear soluciones globales para esos problemas globales. Las crisis tuercen el camino que veníamos siguiendo, nos sacan de la zona de confort y despiertan nuestra imaginación. Ahora mismo se llevan a cabo experiencias que serán semillas de cómo nos vamos a comportar en el camino que sigue la civilización.
El sistema descarrilado
En más de 190 países, es decir en todo el globo, la pandemia sacudió los cimientos de la convivencia y desequilibró el sistema financiero internacional. El turismo se quedó en la lona. Los lugares más visitados se muestran vacíos. Algunos polos de atracción, como Italia, Egipto, España o México…, agobiados hasta hace poco por hordas de turistas, cierran sus puertas.
Esta crisis, en menos de un mes, paró todo de cabeza, y a cuatro meses no se vislumbran lucecitas al final del túnel. Los sociólogos anticipan que esta situación, que se convirtió en algo global y la certeza de que el sufrimiento sanitario, social y económico es general, “potenciará el multilateralismo”. Un ejemplo, organismos como la OPEP+ (y aliados independientes, entre ellos México) acuerdan recortes en la producción para estabilizar el mercado y no naufragar en un océano de petróleo barato.
De hecho, muchos países se asocian para compartir el riesgo y encontrar soluciones comunes, como los europeos, y no se diga la comunidad científica en todo el planeta, que ahora comparte abiertamente la información para presentar un frente común y dar con el remedio para combatir el COVID-19.
Por cierto. ¿Y la vacuna? Ni siquiera pinta en el horizonte (de aquí a año y medio, “tal vez menos”, dicen los epidemiólogos), y es que, mientras se conoce bien a bien al diminuto enemigo, que muta y se vuelve “más o menos” peligroso, hay que hacer muchas pruebas antes de fabricarla en serie.
¿Cómo sobrevivir ante imperativos de la crisis?
Lo cierto es que nunca se habían medido con tanta precisión los costos de cada factor en la economía. Los impactos en la política ya empiezan a resentir los gobiernos incapaces de ver más allá de sus narices, de creer que lo que antes tenía sentido, como cuando ganaron las elecciones, sigue vigente, mientras la realidad ya transita en otra esfera.
El COVID-19 parece hecho a medida para gobiernos y políticos autoritarios que han proliferado en los últimos años. Muchos de ellos no creyeron inicialmente en su gravedad, pero ahora les podría servir de pretexto para interrumpir libertades democráticas, dar tareas extras a los militares, cerrar las fronteras a la migración y exaltar el nacionalismo.
Mientras los científicos corren contra el tiempo y el creciente número de infectados, los politólogos se preguntan si las medidas que están tomando muchos gobiernos limitando las libertades son legales o no y si serán derogadas en el futuro.
Cabe resaltar el caso de Viktor Orban, primer ministro húngaro, quién agradeció al Parlamento húngaro una ley que le permite gobernar mediante decretos, sin supervisión parlamentaria y por tiempo indefinido. Como narra la BBC, en una nota al respecto, el COVID-19 coincide con la tendencia global de contar con menos democracias: “Desde 2006, según el instituto Freedom House, 64 países son menos democráticos mientras que sólo 37 gozan de más libertades”.
En México, por cierto, la necedad se impone y lo razonable se pospone. A veces se piensa que salvarse de un doloroso futuro se amortigua más con un milagro, con una estampita, que con acciones inteligentes y realistas.
La ola de los huraños
Es preciso insistir que no todos se suman al multilateralismo y la globalización. Al contrario, ellos creen que ese modelo, al abrir las fronteras, fue el causante del problema. Hay quien advierte que eso impulsaría el proteccionismo, o bien, el reforzamiento de las economías locales para depender menos del resto del mundo y estimularía la propensión hacia un nacionalismo exacerbado, como en Nicaragua.
Muchos dirigentes manifiestan que cuando el polvo que levantó esta crisis se pose de nuevo, pondrán más restricciones al libre comercio y al intercambio de productos, lo que podría desatar una ola xenófoba y, de nuevo, nacionalista.
En la revista Semana, citan a Stéphane Garelli, de la Universidad de Lausana, quien predice que “Al sistema global de economías de escala lo reemplazará un sistema global de desacoplamiento. Los países van a intentar cambiar la cadena de producción y diversificar sus mercados para no depender de uno solo. La economía sería menos vulnerable, pero la producción más cara”.
Vida en familia y el cambio de etiquetas
Olvídese del beso en la mejilla, como saludo, o del abrazo, o del fuerte apretón de manos. Las bodas y funerales van a ser muy en corto; sólo pocos invitados y a distancia. Asimismo, se pospondrán tanto fiestas como reuniones. Los cumpleaños, se dejarán de celebrar para un mejor momento. Así, muchos se van a quedar con la edad que ya tenían, hasta nuevo aviso.
Se afirma que mientras menos celebremos ferias, congresos, reuniones o festivales más pronto nos curaremos todos. ¿De veras? El COVID-19 marcará un antes y un después, pero muchos aún no se lo toman tan en serio y no respetan los límites. Así, lo que hacen es prolongar esta tribulación.
En menos de cuatro meses los niños se han visto obligados a vivir en escenarios que no imaginaban siquiera. No van a la escuela y toman clases a distancia. La disciplina, ni la extrañan.
Por su lado, en otras recámaras, los papás de estos niños se muerden las uñas. Se sienten vulnerables. Saben que el distanciamiento es por su bien, pero están lejos de los escritorios, de las salas de reunión, de los pasillos, de la grilla y de sus trabajos.
La crisis hace sentir cada vez más remoto el ambiente de oficina, y esas cercanías con los demás, con el clan, con el grupo, y esos guiños y mensajes corporales que significaban tanto, se van evaporando.
Muchos viven con el temor de caer en el desempleo, y se la pasan mal, porque saben que ya no hay ingresos, además, se dan cuenta que esta inactividad representa que todo está en suspenso, que no son vacaciones pagadas; las deudas les quitan el sueño, los acosan; y a la inversa, el propietario sabe que no va a recibir la renta del mes y quizá tampoco la que sigue.
Pero eso sí, todos defienden su chamba e improvisan y participan en juntas a distancia, con etiquetas que apenas se están organizando para ponerse de acuerdo y mejorar, en lo que cabe, la eficiencia.
Entre tanto, las parejas sienten y resienten los aguijones del estrés. La presión de estar juntos y rozando todo el tiempo, hace hervir el humor. En unos crece el aburrimiento, o la sensación de estorbar, de no cuidar la higiene, ni la apariencia, ni el estilo.
Las redes sociales y el teletrabajo tienen futuro
El COVID-19 ha provocado un uso más acelerado del home office en el mundo. El teletrabajo se ha posicionado como una alternativa para que las empresas procuren a sus trabajadores y, a la vez, no frenen algunas actividades.
Después del COVID-19, el mercado laboral no será el mismo, esa será una de las grandes lecciones que nos dejará esta experiencia. Muchos trabajadores saben ahora que pueden realizar sus tareas de manera remota gracias a las tecnologías existentes.
Ya se habla de que podrán dar mayor flexibilidad a aquellas personas que tienen compromisos familiares y personales (por ejemplo, con el cuidado de hijos o de adultos mayores) que les impiden trabajar fuera del hogar en horario completo o definido.
Por lo pronto, el COVID-19 marcará cómo será el teletrabajo en el futuro y demostrará por qué esta modalidad es una herramienta valiosa tanto para las empresas como para los trabajadores.