Editorial
La “zona de confort” es un concepto que empleamos para referirnos a ese espacio que nos parece tan familiar, conocido y seguro, que no queremos nada lo sacuda. Es donde todos nos refugiamos la mayor parte del tiempo porque en esa ubicación ya sabemos lo que sabemos y, si no, no importa. Los ataques que proliferan en medios de comunicación y en redes sociales en contra del plástico, particularmente sobre las aplicaciones denominadas como “de un solo uso”, son ejemplos claros de esas situaciones que nos impulsan a salir de nuestra “zona de confort”, porque implican un nuevo reto. La industria está consciente de que hay que restituir cuanto antes la imagen de los plásticos para que no se siga deteriorando. Se ha fomentado una guerra injusta en su contra sólo por ser el material más visible entre los desechos.