Por Mónica Conde
Uno de los factores más importantes para que cualquier producto sea un éxito en el mercado es el envase. Presupuesto, transporte, materiales, sustentabilidad, tamaño, diseño y público objetivo son factores a considerar para elegir el mejor tipo de envase que proteja al contenido, al producto en sí, a través de su ciclo de vida. Las opciones que ofrecen los plásticos son infinitas. Sin duda, el único límite es la imaginación.
En los años recientes, los envases plásticos flexibles han ganado mucha atención como una alternativa al uso de contenedores rígidos. Pero lo único cierto es que ambos manifiestan sus pros y sus contras, dependiendo de un abanico de variables.
El envase rígido, suele ser la mejor opción para apilar y exhibir. En este segmento se incluyen botellas, vasos, cajas, charolas y otros contenedores con la resistencia adecuada que evita que su contenido se deforme, aplaste o pierda su apariencia y otras propiedades, al mismo tiempo que muestra su contenido con nitidez.
Lo anterior significa que cuando el producto llega a las tiendas o a los consumidores finales, están listos para desempacarse y exhibirse, además de que es menos probable que se dañen durante el transporte. Otro valor agregado es que, una vez que se termina el producto, pueden utilizarse para otros fines, lo cual ayuda a evitar desperdicios.
Como parte del producto final, los envases rígidos pueden diseñarse, en algunos casos, como un soporte de exhibición, o como el elemento de medición para los productos que requieren mezclarse antes de su uso. Asimismo, su superficie es adecuada para comunicar al consumidor información esencial o detalles sobre el producto, como ingredientes, instrucciones de uso y fechas de caducidad.
Las materias primas utilizadas para la fabricación de envases de plástico rígido son Polipropileno (PP), Polietileno (PE), Polietilen Tereftalato (PET), Poliestireno (PS), Cloruro de Polivinilo (PVC) y Bioplásticos. Los diversos tipos de envases rígidos son botellas, vasos, charolas, bandejas, botes y tarros, incluyendo sus tapas.
Por su parte, los envases flexibles son aquéllos cuya forma puede cambiar con facilidad. Incluye envases fabricados con películas de plástico laminadas con otros materiales, como papel o aluminio, además de coextrusiones multicapa de varios tipos de polímeros, como el LDPE (Polietileno Lineal de Baja Densidad), Poliamidas (PA) y distintos materiales que aportan barrera al oxígeno. Estos envases toman la forma de bolsas, sacos, sobres y envolturas para distintos usos. En esta categoría se incluyen los envases conocidos como Stand Up Pouches (SUP’s)
Más que una alternativa para los productos duraderos y algunos de consumo, el envase plástico flexible es una buena opción para artículos de porciones individuales, líquidos y para los de consistencia desordenada, que, de otra manera, requerirían un envase de plástico rígido más pesado.
Según los productores, son más fáciles de reciclar y, por ende, más respetuosos del medio ambiente. No obstante, son más propensos a la punción y al rasgado; aparte, suelen ser difíciles de apilar de manera uniforme, lo que puede dificultar realizar un inventario visual de los productos.